13:30h en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid. Somos un grupo de 6 chicas que prácticamente nos acabamos de conocer y ponemos comienzo a lo que será un gran viaje. 10 horas después, ya estamos en nuestro destino: Cuba.
La primera noche la pasamos en la Habana, en una casita llamada Jenny Lourdes, muy recomendable. Al día siguiente y después del paseito de rigor por la Habana, ilusionadas, ponemos rumbo a lo que será nuestra referencia en Cuba, el Proyecto Maravillas de la Infancia Cultivador de Sueños, en el municipio de Versalles en Matanzas.
Allí nada más llegar conocemos a Maria Eugenia, la directora del proyecto, y que, como iremos comprobando según pasa el tiempo, será como una «segunda mami». Seguidamente tenemos un acto de bienvenida y conocemos a las familias que nos acogerán en sus casas.
El principio de esta semana ha sido más bien una toma de contacto, ya que el cambio cultural es grande y aún estamos conociéndonos, tanto el grupo que formamos las chicas de Pandora, como con las familias que estamos y con las personas del proyecto. De hecho, algunas nos ponemos malas, por el calor, el agua y este cambio, ya que afecta un poco psicológicamente al principio, pues nuestra vida en España no es ni medio parecida. Pero en un par de días ya estamos totalmente integradas y muy animadas.
Esta semana en el proyecto ha sido de integración y más bien hemos sido nosotras las que hemos recibido talleres, como el de baile. El fin de semana lo hemos pasado en una casita de Varadero. El sábado los niños se vinieron con nosotras y el resto del tiempo ha sido para nosotras, relajarnos y disfrutar de esa playa tan maravillosa.
CubaEn esta primera semana hay muchos sentimientos confrontados, impacta y deja huella darse cuenta que la vida para los locales en Cuba no es fácil, con el cambio de moneda les es muy costoso conseguir ciertos productos del día a día, y son las mujeres cubanas el soporte de la familia. Pero es increíble y muy emocionante ver que nos brindan todo lo que está a su alcance, que están encantados de recibirnos y que aún con todo, siempre tienen una sonrisa. Y eso, es de agradecer.
Cristina Altamiro