Lunes. Volvemos de Varadero con energías renovadas. En el proyecto nos esperan con los brazos abiertos. Esta semana será totalmente distinta a la anterior. Ya estamos totalmente integradas y las casas en las que vivimos son para nosotras nuestra casa. Las familias son encantadoras y creo que merece la pena vivir así la experiencia.
En el proyecto hemos empezado a impartir nosotras talleres, y compartimos tiempo con una colombiana que está de paso, y también realiza un par de actividades.
Cada día cuando salimos del proyecto, nos vamos a casa de algún niño a cenar, con el fin de pasar tiempo con ellos y sus familias. Esta es una idea genial, porque nos sirve mucho para conocer diferentes realidades y empaparnos de la cultura y la gente cubana.
El fin de semana lo pasamos en la Habana, haciendo visita un día a Viñales.
De esta semana me quedo con lo unido que está el grupo Pandora. Cómo seis chicas que no nos conocíamos de nada hemos sabido congeniar y hacer de esta una gran aventura. Ninguna igual que otra, cada una de un carácter y estilo diferente, pero todas en la misma onda y con muy buena sintonía. Creo que difícilmente podríamos haber encontrado un grupo mejor. También con las familias que nos acogen en sus casas. Sin darnos cuenta, como de la noche a la mañana, estamos con ellas con total confianza, como si estuviésemos en nuestra casa.
Al principio, yo no tenía claro qué era mejor, una casa de voluntarios o una familia. A día de hoy creo, sin duda, que vivir esta experiencia en una casa local es realmente reconfortante. Aunque los primeros días no es fácil, según pasa el tiempo te vas dando cuenta de que es la forma real de conocer la realidad cubana. Y ya no sólo eso, sino que es muy bonito saber que, unas personas que hace 15 días ni tan siquiera te conocían, te esperen como a un hijo más. Y que nosotras, les sintamos como nuestra mamás.
Cristina Altamiro