Hace ya 5 meses pero parece que fue ayer cuando llegué a Camerún. Recuerdo que estaba muy ilusionada pues estaba a punto de cumplir uno de mis sueños pero, al mismo tiempo, estaba muy nerviosa. No sabía si sería capaz de aguantar tanto tiempo lejos de mis seres queridos, de si sería capaz de adaptarme a una cultura tan distinta; o de convivir con gente a la que no conocía de nada. Hacia el final de mi quinto mes, miro atrás sorprendida.
Es increíble como esta experiencia ha podido cambiarme no sólo a mí, sino también a todas mis compañeras del EVS. Juntas hemos aprendido a afrontar distintos desafíos, nos hemos encargado de tareas de las que no teníamos ni idea que podíamos hacerlas (y resulta que se nos da bien!) y, sobretodo, hemos crecido como personas. África te cambia. Siempre había oído eso por ahí, pero hasta ahora no sabía hasta qué punto era verdad.
Encontrarte a ti misma ante una situación tan diferente de forma repentina, de alguna forma hace que puedas conocerte mejor, encararte a tus propias virtudes y defectos con lo que, si aprovechas la oportunidad, puedes crecer y evolucionar como persona. Una de las ventajas del EVS no es sólo participar en un proyecto, sino también vivir una temporada en una situación completamente distinta de la que acostumbras. En nuestro caso, aún más si cabe, pues se trata de un país africano.
En fin, de la noche a la mañana tienes que aprender a vivir sin tantas comodidades: muchos días no hay agua o electricidad o tienes que lavar siempre a mano toda tu ropa. Al principio puede resultar un fastidio, pero acabas acostumbrándote y no sólo eso, si no que aprendes a valorar cosas que uno da por sentado en una sociedad tan acomodada como la nuestra. África es una oportunidad para aprender sobre valores como fraternidad, hospitalidad o generosidad. Jamás verás a nadie negar comida a alguien que lo pida. Desde pequeñitos, es natural ver cómo los niños y las niñas comparten su comida con otros si estos se lo piden. Es sólo un ejemplo de muchos, pero es algo sobre lo que reflexionar.
El proyecto que llevamos a cabo se desarrolla en un colegio anglófono en los suburbios de Yaundé, y está dirigido a niños provenientes de familias de bajos ingresos. Éste se divide en varios objetivos como dar clases de refuerzo a los alumnos que más lo necesiten, intentar detectar aquellos niños de la comunidad que no van a la escuela y buscar la forma de ayudarles a ir al colegio; o dar clases de inglés, dibujo, etc. Así, de buenas a primeras, nos vimos convertidas en profes hablando inglés cada una con nuestro acento.
Al principio fue algo difícil, tanto para nosotras como para los nenes intentando entendernos. Pero si uno le pone empeño, al final todo acaba por salir bien. Ahora los nenes están tan contentos con sus nuevas profes y todos nos entendemos perfectamente. Aunque hemos pasado momentos de estrés en el colegio, se compensa con los momentos tan maravillosos que hemos podido vivir, como por ejemplo ver cómo un niño puede leer o escribir mejor gracias a tu dedicación. Es algo indescriptible. No sé que voy a hacer cuando regrese, porque sé que todos ellos están en mi corazón. Jamás podré olvidarme de ellos.