Jericó nos da la bienvenida

Pues sí, mientras seguimos con nuestros quehaceres normales y nuestras actividades en el campamento, hemos tenido nuestro primer día de asueto, y que mejor sitio para pasarlo que la ciudad de Jericó y el Mar Muerto.

Este viernes amanecimos prontito (aunque no demasiado) y partimos hacia Jericó con unas ganas insaciables de conocer parte de este país y cultura, y ya de paso poder disfrutar un poco de tiempo libre fuera de Nablús. Montamos en un autobús muy apañado, en el que a pesar de sobrar muchos sitios, nuestros cuerpos cabían a duras penas, aunque cierto es que unos cabían mejor que otros. Después de una horita y pico de carreteras con subidas y bajadas, rodeadas de estepa desértica y pasar por más de un control israelí, que por suerte para la gente local ya son mucho más suaves, llegamos a Jericó. Allí visitamos un palacio, donde se encuentra el mosaico más grande de la edad antigua, o al menos eso decía la película que nos pusieron, porque realmente ver, no se veía demasiado. Acto seguido, después de esperar a nuestro conductor que nos dejó un poco abandonados para ir a rezar a la mezquita, nos dirigimos al Monte de las Tentaciones, donde (para los menos duchos en religión) Jesús fue tentado por el diablo después de pasar 40 días y 40 noches en ayuno. Yo no entro en la veracidad de esa historia, pero si os puedo decir que las vistas desde allí son impresionantes, pudimos contemplar Jericó en toda su inmensidad. Una vez pegada esta pequeña palicita de subida y bajada, algunos pudimos disfrutar de nuestra ¡¡primera cerveza!! desde que llegamos a Palestina. Tengo que decir, que sin ser una maravilla nos supo a gloria, y más con el calor tan espectacular que sufrimos, ya que Jericó es la ciudad más baja de esta zona, al encontrarse a 600 metros por debajo del nivel del mar.

Jericó

Con una gran necesidad de dejar de soportar ese calor y con un hambre atroz, salimos hacia el Mar Muerto, donde puedo confirmar, que lo que para mí era una leyenda urbana sobre el nivel de salinidad del agua y la flotabilidad de los cuerpos, dejó de serlo, y comprobamos en nuestras carnes y sobre todo ojos, nariz y boca, lo salada que puede llegar a estar un agua. Si alguna vez vais, no se os ocurra meter la cabeza, os acordaréis de nosotros. Además, creo no exagerar si os digo que hacia incluso mas calor dentro del agua que fuera.

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