Llevo mucho tiempo con la sensación de que, como dice una frase, esta vida moderna que llevamos “Aquí” tiene más de moderna que de vida. Es así porque siento que lo material va marcando el ritmo: tener más cosas, cambiar las que tenemos porque ya no “están de moda”…y aún así, no sentirnos satisfechos, siempre algún anhelo que nos impide alcanzar la felicidad, y alrededor todo nos pretende indicar que eso se suple con algo material…A mí todo eso me chirría. Además, cada día con más muestras, más noticias (y más indiferencia general también), compruebo que esta vida moderna que llevamos “Aquí” se hace a costa de muchos que viven “Allí, Lejos”. En muchas partes de “Allí, Lejos” se carece de lo material en el sentido más básico: la alimentación o la sanidad; sin olvidar la inexistencia de oportunidades, entendidas en el sentido más amplio -opción, posibilidad de elegir (lo que sea, desde unos pantalones hasta estudiar) -, algo que “Aquí” tenemos ya como natural, intrínseco a nuestra vida, un derecho adquirido.
La Camorra, Puerto Esperanza, CubaEste contraste de realidades en una misma vida, ha generado en mí la inquietud, la sensación de que “Aquí” tenemos mucho que aprender de “Allí, Lejos”, donde con carencias materiales la gente es tan feliz o infeliz como “Aquí” con abundancia material. Entones, ¿y si compartimos más lo que tenemos “Aquí” con quienes carecen de ello?, y ¿no será que hay algo más allá de lo material, relacionado con el cómo se vive la vida, y no con el con qué se vive? Todos mis devaneos existenciales hicieron que me lanzara a participar en una experiencia que me permitiría conocer cómo se vive “Allí, Lejos”, en uno de esos países que creemos tan distantes de nosotros (¡qué equivocados!). Esta experiencia toma forma gracias al Microproyecto de Voluntariado socio – cultural “La Camorra”, en el pueblo de Puerto Esperanza, Cuba.
Una vez inscrita en él, me dediqué a leer libros sobre Cuba, ver películas y documentales, charlar con los que habían participado el año anterior…todo lo que pude para tratar de conocer mejor donde iba, qué me esperaba allí (en esa costumbre tan de “Aquí” de tener siempre control sobre lo que vendrá…no le damos al tiempo la oportunidad de ser sin más). Nada de todo lo que supe previo a mi viaje alcanzó lo que me encontré. Y es que para mí, desde esta experiencia Cuba es sinónimo de abundancia, exuberancia, generosidad, cariño, empatía…. Desde el primer momento que conocí a la gente de Puerto Esperanza, he recibido tanto, que no encuentro palabras suficientes que expresen esta sensación que tengo de “manos tendidas” siempre a mi lado.
Recuerdo la familiar sonrisa de Luismy, el Director de La Camorra, cuando nos recibió en Viñales. Nos llevó a comer a un “paladar” cercano. El primer contacto con la comida cubana fue tan variado, abundante y rico como el exuberante paisaje tropical que caía a nuestros pies en esa terraza del Valle de Viñales. De ahí a Puerto Esperanza, donde nos recibió cariñosamente Rosy, la dueña de la casa donde nos alojaríamos 7 compañeras. Es una preciosa casa colonial que muestra el paso del tiempo, con su porche de columnas, con mecedoras, y vistas a la calle principal, Frank Pais, calle llena de “flamboyanes” y por la que siempre pasan carros de caballos y mujeres con sombrilla. Tras asentarnos en casa, fuimos a conocer al resto en el Jardín de Las Margaritas, en casa de Luismy y su mujer Orquídea (también profe del proyecto). Allí realizaríamos todas las comidas juntos; pero ese día tenían algo especial preparado como cena. Fuimos al lado, a la sala del antiguo cine, ¡y cuál fue mi sorpresa que pidieron que entrasen todos menos yo! Me quedé acompañada de la mano de Pito, quien me dijo que espera a entrar con él, por mi cabeza “¡ay dios con lo que les gusta bailar, a que quieren hacer una entrada aquí bailando….¡qué yo no tengo ni idea!!”; pero entramos y…¡¡me cantaron en Cumpleaños Feliz”!! Mí cumple fue 4 días antes, se fijaron en ello en mi ficha y querían tener el detalle -¡¡detallazo!!-. Pienso también que en mi ficha aparece que tengo ciertos problemas de movilidad, y siento que fue su forma de demostrarme desde el primer día que estaban ahí para apoyarme en lo que necesitara y darme su cariño. Me encantó. Tras eso nos dieron regalos a todos (¡qué precioso mi móvil de conchas, mi “príncipe negro” y esa postal del Che!), una cena a base de mango, aguacate guayaba, banana, malanga frita, dulce de coco….¡qué rico todo!; y a bailar. De ahí a conocer el Malecón particular de Puerto Esperanza, su muelle. Era de noche, y entre que no se veía, mi desequilibrio y mi vértigo…pero ahí tuve la mano de Ami y de el Chino acompañándome, desde el primer día y como hicieron siempre 🙂
Esta detallada descripción de mi llegada a Puerto Esperanza, pretende demostrar la generosidad y cariño que he sentido desde el principio. Los días que siguieron, como no pudo ser de otra manera, fueron en la misma línea. René, “mi niño” en los talleres con los peques, el grupo Las Margaritas, me dejó boquiabierta cuando llegó con mi nombre rapado en su corte de pelo, un claro “ISA” que me enseñaba cuánto representaba para él, para ellos, el tiempo que compartíamos en los talleres. Y es que los niños desprendían cariño a raudales en cada actividad con ellos: colorear abanicos, pintarnos las caras, hacer un mural…o luego en la calle, acompañándome a la tienda, haciendo piruetas al lanzarse al agua en el muelle, bailando en el puerto…Con René, Yada, Adriana, Iván, Lito, Eidelín…con todos (los que nombro y los que no), volví a la infancia, a la mía, cuando no había móviles o videojuegos que lo eclipsaban todo; sino el tiempo por delante para poner en práctica ideas, juegos, y “locuras” que sólo divertían cuando se compartían con los amigos 🙂
Los Colibrís, el grupo de jóvenes expertos en baile y cultura tradicional cubana, intentaron pasarnos su destreza en salsa, bachata o merengue. Lo lograron con unos más que con otros, y es que por bien que lo explican Daiquelín, Saida y Yansel, y por mucho que me acompañó el Chino bailando….se ve que mis raíces castellanas no llevan ese son cubano. Aunque debo reconocer que algo -mucho- quedó. Con ellos compartí también opiniones acerca de temas tan complejos como la violencia de género, la homofobia, o la libertad de elegir, temas en los que el componente cultural es importante, y en los que la pluralidad de perspectivas, creo que nos ayudó a todos a comprenderlos un poco mejor.
Si bien es cierto que ha habido bastantes actividades dirigidas a través de talleres; también lo es que he pasado allí tres semanas en las que he compartido cada momento con la gente de Puerto Esperanza. Quizás ese tiempo “normal”, sin nada planificado, es el que más me ha marcado. Los miembros del proyecto nos invitaron a comer en sus casas en varias ocasiones. No puedo saber si se quedaron con algo de mí; pero yo agradezco cada palabra suya: el nombre de la hija que espera, compartir de lo que le gustaría trabajar, saber que le encanta bailar con su hijo, que su padre canta como Julio Iglesias, que en su casa no pueden tener ni nevera, etc. etc. etc. Un montón de vivencias compartidas que me hacían sentir parte de la familia. Y no puedo dejar de decir, que la abundancia de comida en esas mesas me sobrecogía. Estaba riquísimo; pero también queda en mí el que sé que eso era mucho más que su habitual, y sólo puedo decirles, ¡gracias!.
Todo esto ha sido una experiencia que ha marcado mi vida, aún no sé muy bien cuánto; pero de momento respondo a lo que me preguntaba al principio: compartiendo un poco de lo que tengo, algunos han hecho maravillas; que lo material que “Aquí” para mí pasaba inadvertido, es de gran valía por el (no tan) simple hecho de poder tenerlo; que efectivamente, hay algo más allá de lo material que le da a la vida sentido….las personas en sí mismas, sin añadidos. Y es que lo mejor de esto, ha sido el pasar tiempo con “la gente”, escucharnos, compartir experiencias, juntar ideas, crear otras nuevas, ayudar al otro…Mi sensación de “con las manos tendidas”, como dice la propia expresión, sólo es posible con la presencia del otro, de los otros, unos al lado de otros.
Recuerdo a Larry ayudándonos a bajar del camión, a Ami iluminándome el muelle para pasar, a Rosy diciendo “mi hijita”, a Lito esperando para jugar con él, a Daiquelín preparada para bailar en el video “lipdub”, a Tati trabajando en la obra, al Chino conmigo esperando el yogur, a todas mis compañeros de “Aquí” con los que he compartido esta experiencia…y muchos recuerdos más, todos presentes en mí, no los nombro por cuestión de espacio nada más. Ahora mismo sé que “Allí, Lejos” está mucho más cerca de lo que pensamos, está “Aquí”, para mí en mi corazón.
“He aprendido que la gente olvidará lo que dijiste,
la gente olvidará lo que hiciste,
pero lo gente nunca olvidará lo que les hiciste sentir.”
– Maya Angelou-
Isabel Prieto