El derecho a la información es uno de los derechos fundamentales en todo estado que se autodenomine democrático. ¿Pero qué es exactamente y en qué consiste este derecho? Nuestra Constitución Española, por ejemplo, establece en su artículo 20.1.d) el derecho a comunicar y recibir libremente “información veraz” por cualquier medio de difusión. No hay que olvidar, en este sentido, que el derecho a una información veraz deriva esencialmente del pluralismo y la concurrencia informativa. Dicho de otro modo, cuanto más diverso sea el ámbito de medios de comunicación (o mejor, desde otra perspectiva, cuanto menor sea el proceso de concentración de las fuentes informativas) mayores serán las posibilidades de que la veracidad sea realmente respetada. Ello sin olvidar, desde luego, la presencia de otros factores que la condicionan, como son la formación profesional de los periodistas, la incidencia de éstos en la fijación de la línea editorial de los rotativos y cadenas de radiotelevisión, el respeto de sus derechos específicos (cláusula de conciencia, secreto profesional, derechos de autoría…), etc.
Pero, ¿por qué abordamos hoy en este artículo estas circunstancias, tan cercanas a la más pura teoría de la información y del derecho constitucional? Obviamente, desde una entidad como AIPC Pandora, que trabaja por la integración y el desarrollo social de todas las culturas, las implicaciones que se derivan de estos aspectos tan en principio teóricos son fundamentales a la hora de lograr la consecución de estos objetivos. Pero no es menos cierto que sí ha habido un detonante que nos ha empujado a escribir hoy sobre ello.
El control de los canales de información
La situación del mundo árabe en los últimos meses ha sido quizás el caldo de cultivo, pero el encuentro que mantuvimos la semana pasada con nuestra representante local en Marruecos ha sido seguramente el detonante. Durante nuestras charlas con ella hemos podido constatar las diferentes visiones que de la realidad social y política marroquí se tienen, por un lado, en España y en Europa, y por el otro, en el propio país africano. O dicho de otra manera, dentro y fuera de Marruecos. Si bien desde fuera podemos tender a aglutinar a todo el norte de África como escenario inestable o incluso peligroso actualmente, la realidad interior de Marruecos es que no se trata de revueltas sino de manifestaciones pacíficas que no pretenden derrocar un régimen sino pedir unos derechos. Como en cualquier manifestación, en definitiva. La realidad interior de Marruecos hoy es de interesante momento de cambio y avance social, pero sin dramas, revoluciones ni luchas armadas. La gente está ilusionada ante el momento que se vive, y desde el gobierno se analizan las medidas a tomar para adaptarse al nuevo escenario.
Pero esta diferencia de percepción no es nueva. Nunca lo será. El control y la manipulación interesada de la información y las fuentes de difusión ha sido desde siempre un arma de poder por la que han luchado todos los interesados en mantener o adquirir el control de una sociedad, y no ha sido precisamente coto privado de regímenes no democráticos. Absolutamente todos los sistemas sociales, políticos, culturales, etc, han pretendido siempre dotarse de los medios de difusión necesarios (controlando los existentes, o creando otros nuevos ex profeso) para desde ellos emitir sus mensajes bajo su propia visión y análisis. Y, por supuesto, siempre desde la perspectiva más interesante para sus propios fines, potenciando sus virtudes y minimizando (u obviando directamente) sus defectos. Es la forma más antigua de creación de opinión pública y conciencia social, de tal manera que existe toda una ciencia escrita y revisada constantemente sobre ello.
El caso marroquí: la divergencia entre la mirada exterior y la interior
Pero aquí no pretendemos hoy escribir sobre lo que ya es sabido por todos. Lo que pretendemos es llamar la atención sobre la necesidad de buscar vías que superen esta situación. Como decíamos más arriba, es fundamental la multiplicidad de emisores de información diferentes para asegurar una creación de opinión pública sana y realmente libre. ¿Sucede esto en Marruecos? En un país donde el Rey tiene la potestad de elegir y deponer al Primer Ministro, la respuesta parece obvia de inmediato.
Tampoco escapa que los hechos ocurridos no hace demasiado sobre apresamientos de periodistas poco afines al sistema imperante, apoyan sin duda la posición anterior.
Pero la situación en Marruecos vista por los propios marroquíes es distinta. Las revueltas de los últimos meses no han pedido ni por un momento el cambio de sistema. Bien al contrario, los marroquíes adoran a Mohamed VI, de una manera bastante abrumadora. Tras largos años de reinado de su padre, Hassan II, la llegada al poder del nuevo monarca en julio de 1999 supuso un soplo de aire fresco y un progresivo avance en derechos sociales en el país. ¿Avance lento o rápido? Seguramente lento para los de fuera de Marruecos, pero para los marroquíes quizás la respuesta sea justo la contraria. Y es que los que conozcan mínimamente diferentes culturas sabrán que la percepción de los tiempos es radicalmente distinta en unas y en otras, y en el norte de África, y en concreto en el caso que nos ocupa, que en tan sólo diez años se haya avanzado tanto en materia social como se ha hecho supone sin duda un cambio enorme. En estos años se han producido aperturas como la aprobación del nuevo código de la familia (Mudawana), con grandes avances legales para las mujeres especialmente, y se ha potenciado el pluralismo político.
Sin embargo, ello no evita que continúe siendo un régimen altamente criticable desde los parámetros democráticos. La estructura del sistema ejecutivo y legislativo marroquí no puede considerarse de otra manera que no sea una dictadura, con un rey que no respeta las resoluciones de la ONU y con la potestad para hacer y deshacer a su antojo, a pesar de sus medidas aperturistas en algunos sectores.
En este sentido, y como decíamos al inicio, el pluralismo informativo es sin lugar a dudas una de las bases fundamentales para asegurar la libertad de emitir y recibir una información veraz. En las revueltas que está viviendo el mundo árabe ha quedado demostrada la importancia que en este sentido han tenido las comunicaciones on line y 2.0, sobre todo en en la utilización de las redes sociales, como medio para comunicar y recibir información “libre”, saltando por encima de las restricciones impuestas por los regímenes locales. El acceso a estas nuevas fuentes ha sido uno de los pilares que sin duda ha hecho posible la propagación de las revueltas, pero también ha sido fundamental en la creación de la conciencia colectiva de la necesidad de hacer una revuelta que exigiera mayores libertades. El conocimiento que otorga recibir una información veraz es fundamental para la construcción de conciencias colectivas e individuales que libremente tengan capacidad para elegir su futuro y exigir sus demandas democráticas.
Ello es lo que se deriva del respeto al derecho de la información, uno de los más básicos derechos de todos los hombres y mujeres. Por ello, debemos trabajar y apoyar la creación de cada vez mayores y más potentes medios de difusión y recepción de noticias, a través de los cuales poder construir esa tan necesaria pluralidad informativa. El respeto por estas nuevas fuentes y el permiso a un libre acceso a ellas es la gran demanda que la sociedad civil debe exigir a sus gobernantes, ya que son el primer paso para la construcción de una ciudadanía consciente de su situación real, informada y con plena capacidad para tomar las riendas de su futuro.