Si tuviera que definir mi SVE en Estonia bastaría con una palabra: inolvidable. Si echo un vistazo a cuando llegué a este lejano país y comparo con ahora puedo ver que he aprendido muchas cosas tanto sobre trabajo como personales.
He descubierto que realmente disfruto viviendo en un país extranjero, descubriendo día a día cosas nuevas, nuevas personas y nuevas experiencias. Es un sentimiento que te llena emocionalmente. Por este motivo, me gustaría seguir haciendo voluntariados pero aún no sé dónde ni cuándo.
Además, estoy convencida que hacer un voluntariado es una manera de ganar experiencia y, por lo tanto, puede ayudarte a conseguir un trabajo. En mi caso, yo he desarrollado trabajos de restauración y manejo de hábitats y esto ha complementado notablemente mi conocimiento inicial en conservación. En el ámbito personal, he aprendido por ejemplo a no temer la soledad y a ser una persona más abierta.
En mi opinión, una aventura en el extranjero debería experimentarla todo el mundo. Y una de las mejores maneras de hacerlo es con un SVE.
Mucha gente me pregunta: ¿qué te llevas de Estonia contigo? Entonces yo tengo que pararme a pensar porque no sólo me llevo una cosa. Dejando aparte los suvenires, me llevo el recuerdo de cuatro meses maravillosos, miles de buenos recuerdos de personas, paisajes y simplemente sentimientos. Y por supuesto, me llevo conmigo el aprendizaje del que antes no disponía.
Uno de los últimos días en Estonia, hablaba con otro voluntario sobre este tema y los dos pensamos que volver siempre sería algo maravilloso porque dejamos aquí cuatro meses de nuestra vida.
En cuanto a mis compañeros de aventura, en realidad no hay nada nuevo que decir que no hayamos dicho ya. Compartir estos meses con vosotros ha sido un verdadero placer. Sin vosotros esta experiencia no hubiese sido lo mismo. Gracias.
Hasta siempre,
Laura San Antonio Batista