¿Qué nos ha llevado a comportarnos de esta manera? Me llamo Isabel y tengo 21 años. Con un pie en la adolescencia y otro en la vida adulta, me gustaría esclarecer los sentimientos y las opiniones de los jóvenes sobre estos dos últimos años.
La certeza de la incertidumbre
La generación actual de jóvenes es una generación que se ha criado en la incertidumbre. Crisis económica, inestabilidad política, pandemia… Las últimas décadas de crisis se han ido estratificando sobre los jóvenes y han enterrado cualquier sensación de seguridad sobre nuestro futuro.
Los primeros años de la vida adulta siempre descubren cuestiones esenciales para el desarrollo personal y humano: ¿quién soy?, ¿qué hago en el mundo?, ¿cómo puedo contribuir a mi entorno? La inseguridad y el cambio forman parte de esta etapa de la vida, pero se han visto fuertemente agravados por los últimos dos años de pandemia. Yo, con 21 años, no me pregunto quién soy, me pregunto si tendré un trabajo digno, si podré independizarme antes de los 35 años o si será responsable tener hijos.
Educación global en un mundo confinado
Si hay una palabra que pueda definir los últimos 20 años, esta es “globalización”. Las fronteras y muros culturales se han ido difuminando hasta desvanecerse, sin ir más lejos en zonas comunes como la Unión Europea. Los jóvenes nos hemos formado en educación global, en la importancia del multilingüismo, en los mercados comunes y en las oportunidades laborales a nivel internacional. Una generación preparada para enfrentarse al mundo que, de la noche a la mañana, se ha quedado sin mundo al que enfrentarse.
Muchos de nosotros, con planes y expectativas de futuro en el extranjero, nos hemos quedado estancados y perdidos, sin saber muy bien qué hacer, si esperar o continuar, si dejar pasar o perseverar. Yo misma, amante de la cultura japonesa y traductora de japonés en potencia, llevo esperando dos años a que Japón reabra sus fronteras para tomar una decisión sobre mi futuro académico.
La soledad pandémica
Las fronteras han dejado de existir en todos los planos de nuestra vida, incluyendo el virtual. La pandemia ha impulsado el uso de las redes para la comunicación y la socialización. Lo que antes era una herramienta o un apoyo se ha convertido en un sustituto, especialmente durante aquellos duros meses de confinamiento y restricciones. Estamos crónica y constantemente conectados.
Sin embargo, todas las estadísticas y estudios apuntan a que los jóvenes nos sentimos más solos, incomprendidos e inseguros que nunca. Con las tasas de suicidio disparadas y los casos diagnosticados de depresión y ansiedad en incesante aumento, es lógico cuestionarse si es sana esta exposición diaria y distorsionada a las vidas de los demás.
Hace unos meses, yo tomé la decisión de dejar Instagram debido a lo mucho que estaba afectando a mi vida diaria y estado de ánimo. Desde entonces, no he notado ninguna desconexión con el mundo y me siento mucho más presente en mi entorno. Mi autoestima ha aumentado y me siento mucho más segura en mis relaciones con mis amigos y familia.
Culpabilidad extraviada
Desde la reapertura del ocio nocturno, los jóvenes nos hemos convertido en el objetivo de los medios de comunicación. El más mínimo movimiento es motivo de escrutinio, los telediarios abren con imágenes de discotecas o botellones a diario e incluso las estrategias de los gobiernos regionales ponen a los jóvenes en el foco, responsabilizándonos de la salud de nuestros padres y abuelos. No se trata de una advertencia o un consejo, sino de una acusación.
Dentro de mi grupo de edad, no conozco a una sola persona que no se haya vacunado y que no tenga claro que también se pondrá la tercera dosis de refuerzo. En el rango de edad de mis padres, sin embargo, me he topado con muchos más “escépticos”, personas que han llegado a enfermar de COVID-19 y se lo han transmitido al resto de su familia. Personas que no han dejado de salir a cenar, al bar o han ido a trabajar.
Yo he perdido dos años de experiencia universitaria, de vida social y formativa, que nadie me va a devolver. Dos años mirando a una pantalla y esperando aprender algo que me sirva para la vida real, off-line. Si la actividad comercial sigue en marcha, las oficinas y los centros comerciales abren sin ningún tipo de restricción, ¿por qué la oferta cultural y de ocio para jóvenes debería ser diferente? ¿Por qué soy responsable de que mis abuelos enfermen cuando salgo a tomar una copa, pero no cuando voy a comprarme unas zapatillas en las rebajas?
Responsabilidad global en una sociedad global
Vivimos en una sociedad global, formada por individuos con impacto global. Por lo tanto, en una situación de crisis como la que vivimos, también a nivel internacional, creo que es importante que hablemos de responsabilidad global y, consecuentemente, de acción y prevención a nivel global. Centrar toda la atención en un grupo social, y además hacerlo de manera negativa, no consigue nada más que crear rechazo y descontento en un mundo que ya está lo suficientemente agitado.
La empatía y la comprensión son esenciales para salir de esta crisis más fuertes y con un mundo mejor. Es injusto esperar que los jóvenes actuemos con empatía y responsabilidad cuando pocos lo hacen con nosotros y nuestra situación. La pandemia ha tenido consecuencias desastrosas para todos los sectores de la población, pero parece ser que solo algunos tienen preocupaciones legítimas.
Para mí sería tremendamente tranquilizador que, tanto a nivel personal como gubernamental, se presentasen diferentes opciones y soluciones para que los jóvenes podamos volver a coger carrerilla y retomemos el rumbo de nuestra vida. Que se nos devuelva la oportunidad de viajar, explorar y conocer el mundo. Que podamos descubrir otras culturas con nuestras propias manos y no solamente a través de una pantalla. Que aquí podamos recibir a gente de todos los rincones del mundo y mostrarles nuestras tradiciones y filosofías.
Creo que, de esta manera, devolviéndonos estabilidad y poder sobre nuestras decisiones, los jóvenes comenzaremos a comportarnos de una manera mucho más sensible y saludable con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Porque los jóvenes somos el futuro, pero también somos personas en el presente.
Isabel Vázquez
AIPC Pandora