Cuadernos de Viajes Solidarios. Malí, agosto(3)

Kalassa nos ha sorprendido agradablemente a todos. Es un poblado que se encuentra a una hora de Bamako, lo suficiente para cambiar el aire super contaminado de la capital por el aire puro de un lugar con un microclima incorporado. Rodeado de campos, árboles de mango  y karité: sin electricidad ni agua corriente y unas infraestructuras básicas dificilmente asimilables por parte de algunos de nosotros. Vaya, lo del agujero en el suelo para los retretes, al aire libre y ducha con cubo y cacito. El primer dia llovió, por lo que el acto protocolario de recibimiento y agradecimiento por las donaciones tuvo que aplazarse hasta el día siguiente.

Todo el pueblo nos esperaba con música y danzas y luego nos trasladaron hasta lo que se puede decir la plaza del pueblo para el intercambio de discursos y más agradecimientos. Curioso el acto cultural de la intervención de un intermediario para repetir las mismas palabras del discursante (si se dice así). Para ellos los dialogantes no pueden hablarse directamente para evitar tensiones, así esta figura hace de filtro y da tiempo para serenar los ánimos en el caso de conflicto. También muy interesante el discurso dirigido a los jóvenes para animarlos a trabajar y formarse en lugar de sentarse todo el día tomando el té. Seguidamente entrega de las donaciones y propuesta de un partido de futbol en nuestro honor para estrenar el equipamiento donado y otra propuesta de las mujeres para venir a nuestro campamento por la noche para bailar y cantar. El acto se cerró con una exhibición de más danzas con máscaras reservadas para ocasiones especiales.

Aparte de las donaciones materiales se consiguió dinero suficiente para poder construir los tres abrevaderos. Uno de los «ancianos sabios» del pueblo es muy visionario y el mismo propuso este proyecto junto con otros para la mejora de las condiciones del poblado. Es una persona muy respetada y por lo visto muy justa. El lunes nos vino a buscar para mostrarnos el enclave del primer abrevadero y fue el primero en arremangarse para empezar a cavar y empezar el abrevadero. En principio se trataba de colocar la primera piedra pero al final todos nos pusimos y casi lo terminamos. El dia de nuestra marcha volvimos al abrevadero y ya estaba terminado con fecha grabada y todo. Visitamos el segundo enclave y el anciano nos aseguró que iban a empezarlo al día siguiente.

Uno de los seis días que pasamos en Kalassa, las mujeres, siempre las mujeres, nos dieron una charla sobre la elaboración de la manteca de karité y el día siguiente vinieron con sus enseres y nos hicieron una demostración práctica. Son realmente excepcionales. De eso nos dimos cuenta la noche que mantuvimos una charla con ellas, en principio para intercambiar usos y costumbres sobre la higiene pero fue derivando hacia su papel en su sociedad, los matrimonios, la gestión de la casa y la aceptación de su situación aunque desde un punto de vista crítico y la necesidad de la educación para cambiar «doni, doni» (poco a poco) su sumisión y su situación empezando por sus hijas e hijos. De ahí salió la iniciativa, ya propuesta en un miniproyecto, de apadrinar niños para asistir a la escuela.

Después de los seis días intensos abandonamos Kalassa, algunos con lágrimas y con el sentimiento y sensación de volver algún día. Como siempre, ellos nos han enseñado mucho, se han derribado barreras y en su inmensa sencillez se nota una abundancia de agradecimiento solo por compartir, por darles afecto, por escuchar. También tengo que romper esta escena bucólica para reconocer que a pesar de todas las donaciones algunos aprovechan para pedir dinero personalmente. Un punto para el anciano sabio que nos previno para no caer en el efecto papa noel, o que nosotros lo podemos todo.

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