Nuevo enfoque de desarrollo; ¿Intercambio de solidaridad?

Desarrollar es avanzar en el sentido de la historia y del talento de un pueblo; un buen desarrollo es valorar lo que hacían nuestros padres, tener raíces”. Jean Malaurie. Etnólogo, geógrafo y editor francés, 1922.

Con el final del año a la vuelta de la esquina, se hace presente de nuevo esa condición tan humana de sentir la necesidad de hacer balance ante una etapa que termina. En el caso que nos ocupa, se trata de sentarse de nuevo a plantearse la situación en la que se vive y se trabaja. En este sentido, desde AIPC Pandora queremos ofrecer nuestra visión acerca de nuevos enfoques en cooperación al desarrollo, conociendo el histórico y observando lo actual. Porque nosotros/as, en nuestro día a día, cada vez estamos más convencidos/as de que los planteamientos, estrategias y modos de trabajo que defendemos son eficaces y realmente funcionan. Éstos se basan en una filosofía en la que pierde fuerza el significado tradicional de las palabras desarrollo y progreso, y se refuerzan las de solidaridad, intercambio, paz, cultura…

Enfoque de desarrollo

El 20 de enero del 1949 el presidente de EEUU Truman pronunció en el Congreso norteamericano el discurso que supuso en cierta manera el inicio de los procesos de cooperación internacional mantenidos hasta hoy. Desde entonces ha llovido mucho, pero no se ha avanzado tanto. En esta fecha tan señalada, tres cuartas partes del mundo aprendieron que eran subdesarrolladas, lo interiorizaron y en muchos casos comenzaron a comportarse como tal; intentaron integrar términos como productividad industrial, renta per capita, incluso índice de desarrollo humano, todos ellos tan ajenos e inútiles como poco demandados.

Tras 62 años ya de búsqueda de crecimiento económico a un ritmo pautado por la superioridad occidental, persiguiendo el desarrollo del progreso científico y económico, intentando reproducir sistemas y mercados de trabajo en entornos donde nunca surgirían por sí mismos, fomentando la productividad y explotando masivamente nuestros recursos naturales, no nos queda más remedio que reconocer que esta promesa de bienestar para todos/as ni ha llegado ni llegará.

Entre tanto lo que sí ha llegado ha sido la globalización (este interesante movimiento que nos hace conscientes de la gran brecha entre diferentes partes del mundo), el malestar social en los países ricos, el fin del welfare o Estado del Bienestar, la destrucción de los servicios públicos y el desmantelamiento de los sistemas nacionales de protección social… Y todo ello en pos de la “fabulosa” sociedad de consumo con el individualismo como valor y la posesión como indicador, y un mundo que a este ritmo en unos años ya no nos podrá albergar. Desde luego, las perspectivas no son muy buenas, pero la batalla no está perdida. Somos muchos los que tenemos capacidad para incidir, para promover y creer en un mundo más justo y solidario, y hacer de ello nuestra bandera sin importarnos nada más que los valores de paz, justicia y equidad para el mundo entero.

Así, no podemos menos que ser cada vez más conscientes de que es necesario un cambio global, un replanteamiento de las formas en que las sociedades desarrolladas ejercen su ayuda a la sostenibilidad de las personas más desfavorecidas. No se puede seguir sosteniendo un sistema que continua restringiendo la ejecución de las estrategias de cooperación al desarrollo a los donantes tradicionales, con metodologías obsoletas que dejan de lado factores tan esenciales como las necesidades y las demandas locales y las capacidades de las culturas para asumir según qué cambios, basados en la donación y, tras su consumo, en el abandono.

Obviamente, no todo es malo, las aportaciones económicas en ciertos casos son necesarias y bienvenidas por las organizaciones que con ellas somos capaces de levantar proyectos de cooperación en cualquier lugar del mundo, pero no es menos cierto que no es ese el enfoque que debería protagonizar este largo camino a favor de la consecución de la igualdad de derechos y el desarrollo global. Dicho enfoque debería basar sus principios en el protagonismo de la sociedad civil, tanto la del norte como la del sur, asegurando la unión organizada y efectiva de los diferentes actores que la componen (empresas y universidades públicas y privadas, ciudadanos y ciudadanas…). Debería ser esta hasta ahora desaprovechada fuerza la que liderase las labores de participación social y de cooperación al desarrollo, y ello puede llevarse a cabo de una manera mucho más amplia que con una simple donación económica.

Pero, la sociedad civil está compuesta de personas, personas que en principio hemos crecido, hemos interiorizado la cultura de una sociedad consumista y desarraigada y para las que, a pesar de estar de acuerdo con todos los planteamientos iníciales, nos tenemos que preguntar: ¿estamos dispuestos a cambiar? ¿qué tenemos que cambiar? ¿qué vale y que no? ¿qué queda? Es decir, la sociedad civil tendría mucha fuerza con personas dispuestas a cambiar, a crecer y a independizase de toda una carga en gran parte generada en Occidente que dinamiza hacia dónde no es, y que a pesar de que lo neguemos sigue confundiendo solidaridad con caridad.

Por lo tanto, para tener una sociedad civil lo suficientemente fuerte como para incidir en las dinámicas sociales y de desarrollo, ha de contar con personas que se cuestionen muchas cosas y que estén dispuestas a renunciar a muchas otras, pero siempre con la certeza de que ganarán muchísimo a cambio. Sobre esta base, debería ser asentada la participación de todos/as, dotando así de nuevas herramientas a la sociedad civil al mismo tiempo que se le hace consciente de su papel y su posición en el mundo, así como de las responsabilidades que de ello se generan.

Otro camino es posible…

Por ello, desde AIPC Pandora trabajamos desde hace años bajo el convencimiento de que el nuevo modelo de participación y cooperación que debe protagonizar las acciones solidarias de nuestra sociedad, debe partir y tener su fundamento inexorablemente en un pacto global de actores que, conscientes de su fuerza, luchasen por coordinarse y ejercer su intervención social de manera diferente. Para ello, las administraciones públicas, los organismos de gobierno, y también las propias ONGs y asociaciones, deberían establecer las pautas necesarias que incentiven a la sociedad civil en este sentido.

Un modelo con semejante base e implicación de todos los actores de la sociedad tendría una fuerza enorme de actuación y de influencia real en los procesos de cambio y desarrollo de los más desfavorecidos. En AIPC Pandora tenemos buenas muestras que prueban que esta afirmación está lejos de ser una utopía, y que bien al revés dan cumplida cuenta de su efectividad real y su enorme impacto.

…y además, funciona

A través de nuestros Microproyectos de Cooperación (de los que ya hemos hablado en anteriores artículos destacando el importante incremento que anualmente experimentan en cuanto al número de participantes y proyectos), los ciudadanos/as que han participado en ellos acercándose a otras realidades más necesitadas se han convertido también en el motor de nuevos proyectos de cooperación al desarrollo. De su estancia en terreno, y por supuesto también de su ilusión y sus ganas al conocer aquellas otras realidades, han surgido proyectos que suponen importantes mejoras efectivas para las comunidades beneficiarias. Y estos nuevos proyectos no surgen de forma aislada o excepcional, sino que han sido 4 de los 15 microproyectos del verano pasado los que han derivado en proyectos de cooperación de mayor envergadura.

Tanzania 2010

Es el caso del centro de nuestra campaña navideña: la construcción de un comedor para personas albinas refugiadas de Kabanga School (Tanzania), el cual surgió de la presencia de los voluntarios/as que viajaron hasta allí este verano. A su regreso a España nos pusimos manos a la obra con el fundraising y a día de hoy ya contamos casi con la financiación total necesaria para construir el comedor y esperamos que el resultado de la campaña navideña complete lo que resta. En esta etapa han colaborado numeras personas individuales así como organismos que, interesándose por la situación de las personas albinas, han decidido financiar parte de las infraestructuras. Es el caso de, entre otros, el Ayuntamiento de Castellbisbal (Barcelona) que además está implicando a las empresas ópticas de la zona en la recogida de material óptico, la Pizzería La Cúpula, JCDecaux… así como numerosas donaciones individuales y el resultado de la Tarjeta Solidaria. Contamos comenzar con las obras a finales de mayo y centramos nuestros esfuerzos del microproyecto de este verano en la intervención óptica y la continuación con el plan de formación comenzado.

El crecimiento personal y humano de las personas que han viajado y que viajarán hasta estas realidades y han llevado a cabo estas actuaciones supone sin lugar a dudas uno de los pilares más fuertes en el camino hacia esa construcción de la sociedad civil de la que hablamos, ya que supone una nueva forma de comprender el mundo para quienes lo experimentan.

Otros ejemplos serían el programa de apadrinamiento de guarderías en Sudáfrica nacido tras la estancia y detección de necesidades del grupo que viajó hasta allí en el microproyecto de verano. O los apadrinamientos escolares en Mali nacidos en 2009, sin los cuales casi 30 niños/as tendrían que haber abandonado sus estudios el año pasado, y que ahora en 2010 ha crecido y cuenta ya con 24 niños/as y jóvenes apadrinados. A punto por tanto de cubrir de nuevo a todos los que lo necesitan, aún estás a tiempo de apadrinar escolarmente a uno/a de ellos/as y darle así la oportunidad de continuar con sus estudios.

Guatemala

En Guatemala, por último, el microproyecto del verano pasado derivó en la creación de un programa global de construcción de cocinas rurales, a través de las cuales se va a formar a las madres y padres en materia de seguridad alimentaria para aprovechar mucho mejor sus recursos, asegurándose además que todos los niños/as de estas escuelas se alimenten correctamente cada día. En este proyecto contamos con el apoyo de la empresa Wrigley que enviará a sus empleados en un programa de voluntariado corporativo y financiará una de las cocinas.

Este es el modelo de cooperación y participación que propugnamos y por el que luchamos cada día. La implicación de todos los actores y actrices de la sociedad civil en la toma de decisiones y la ejecución de los programas supone aunar un enorme potencial que, además de lograr impactos muy efectivos en las comunidades que los reciben, conlleva un crecimiento personal para sus participantes que, sin lugar a dudas, desembocará en una nueva forma de comprender y ver el mundo cada vez más generalizada.

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