Educación Internacional versus Ciudadanía Global

¿La educación internacional experiencial realmente forma ciudadanos y ciudadanas globales? ¿Es verdad que este tipo de experiencias desarrollan competencias cros-culturales y una forma de ver y actuar en el mundo que asegura que estas personas sean capaces de traer cambios y mejoras sustanciales?

Nuestra fascinación por el mundo no es nueva. Décadas de viajes, siglos de exploración y misiones y una historia de colonizaciones, refleja todo ello, el gran deseo de aprender sobre el mundo. Esta necesidad ha llevado al increíble crecimiento de oportunidades internacionales vinculadas a la exploración, la educación, la solidaridad o la combinación de todas ellas. En las dos últimas décadas, personas que han viajado en estas experiencias nos ofrece ya gran cantidad de datos que hablan del impacto, tanto de su propio aprendizaje como del impacto en comunidades locales, dando lugar a la elaboración de metodologías, certificaciones y todo un sistema que regula el amplio expectro de las oportunidades internacionales.

Educación Internacional versus Ciudadanía Global

Los programas de educación internacional se construyen de contenidos que se desarrollan en base a una metodología, estos contenidos pueden ser y son en muchos casos realmente interesantes, diferentes y muy exóticos para los participantes; pero si esta posibilidad no se lleva a cabo mediante un sistema de reflexión crítica a lo largo de todo el programa, se corre el riesgo de facilitar la creación de “estereotipos” sobre los otros en lugar de promover un entendimiento y una competencias cros-cultural real.

Este post lo escribo desde un autobús cruzando la isla de Cuba, desde Holguin hasta la Habana, en el viaje de vuelta, donde hemos visitado la reconstrucción de una escuela que estamos llevando a cabo en el municipio de Banes, donde además hemos aprovechado para coordinar un proyecto de voluntariado. Para desarrollar esta actividad hemos tenido que lidiar con infinita burocracia, permisos especiales, “suplementos” en los prepuestos, negativas administrativas para los tramites mas sencillos, es decir, hemos teindo que lidiar con el sistema impuesto por el régimen y ejecutado a la perfección por los funcionarios cubanos.

No voy a negar que estas situaciones producen mucha frustración y mucho juicio de valor “fácil” que nos lleva a decir rápidamente si el régimen es útil o inútil, si los procedimientos son ineficaces o directamente absurdos; juzgamos alegremenete si este régimen produce ciudadanos emprendedores o frustrados, incluso si les permite desarrollar adecuadamente sus capacidades, si serían capaces de ser útiles en una transición económica y cultural…, juicios de valor todos ellos “graves” en su profundidad, ya que peronas como yo, que nunca hemos vivido en Cuba, que no entendemos ni conocemos la profundidad de lo valorado, somos capaces de tener conversaciones sobre estos temas.

Puede que muchos de estos análisis sean acertados, pero segudamente otros no, y el mensaje que quiero lanzar aquí es sobre la responsabilidad que tenemos organizaciones como la nuestra en diseñar, ofrecer y acompañar experiencias internacionales que permitan el desarrollo de un pensamiento crítico sin juicios, que les permitan considerar los hechos desde múltiples perspectivas, a partir de muchas conversaciones mantenidas y datos recaudados, que cuestione a los participantes su propia perspectiva y capacidad de análisis, para dejar que fluyan nuevas capacidades, nuevas valoraciones que se traduzcan en marcos de referencia, en competencias.

Esta es realmente la clave de un buen programa, la capacidad de programar y liderar sus contenidos de manera que los participantes amplíen su capacidad de análisis sin producir juicios de valor a partir de la comparativa o la contaposición de la cultura propia; es decir desarrollen un pensamiento crítico constructivo basado en la riqueza de la diversidad decubierta en las experiencias internacionales.

Estas experiencias les acercarán a la misteriosa y mal definida idea de Ciudadanía Global que voy a intentar enmarcar en las siguientes líneas.

¿Ciudadanía Global versus Cosmopolitanismo?

La idea de Ciudadanía Global se vincula y se basa en gran medida en la ya mencionada idea de cosmopolitanismo. Mientras que la primera hace referencia a los valores y la participación, la segunda habla de lugares desde una óptica de sofistificación, la primera se vincula con los programas en países del Sur, en las que los participantes hacen “el bien” apoyando a comunidades y proyectos, la segunda, en el contexto de la Educación Internacional nos habla de los programas en el Norte, donde se definen las políticas e intervenciones en países empobrecidos, donde existe la posibilidad de que las decisiones tengan una base mas justa y humanitaria que puramente estratégica o comercial.

En cualquier caso, tras mucha literatura publicada, la definición de ciudadano/a global no aparece clara a pesar de usarse en todo tipo de información y catálogos educativos con promesas de convertir automáticamente a los estudiantes y participantes con la sola inscripción en sus programas.

Pero algo en lo que coincidimos ideólogos de programas, profesores y coordinadores de experiencias, es en la necesidad de ser muy claro en la intención y los valores implícitos en la experiencia, poniendo especial atención en no caer en nuevos paternalismos o neocolonialismos basados en expectativas de asistencia, ayuda o enseñanza, sino bien al contrario, pretendiendo que los ciudadanos y ciudadanas globales sean aquellos que aprenden, se permean, cuestionan y transforman mediante el contacto con las comunidades del Sur.

Si seguimos desarrollando la idea llegamos a trascender los valores individuales llegando al entorno de los derechos ¿cuáles son los derechos que las personas tenemos por el simple hecho de ser seres humanos? ¿cuáles son las oligaciones impuestas en estos seres humanos para asegurar estos derechos universales? ¿hasta qué punto los ciudadanos globales tienen una responsabilidad en que estos derechos sean asegurados? ¿es necesario perseguir “el bien” de los demás? O, ¿simplemente con “no causar” mal estamos haciendo propuestas diferentes?

El simple ejercicio de desarrollar y contestar estas preguntas nos acerca a los conceptos que buscamos, pero lo cierto es que, cualquiera que sea su definición, el status de ciudadano/a global no se adquiere con la simple participación en programas y experiencias internacionales, sino que es un proceso, un continuo análisis de nuestro lugar en ese mundo ideal en el que nos gustaría vivir y un continuo desarrollo de estrategias, acciones y omisiones para conseguirlo.

Hace mucho tiempo Einstein nos dijo “un hombre no encuentra su propio alma hasta que no establece una balanza entre si mismo y la sociedad” seguramente la búsqueda de este alma es lo mas cercano a esta ciudadanía sensible, comprometida que se pone al servicio del bien común.

Ana Eseverri Mayer, Directora de AIPC Pandora

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Estamos viviendo en un mundo totalmente incomprensible para las personas, todas las personas que no detenemos el poder. Yo fui educada en la religión cristiana,

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