Sudáfrica es un país apasionante para todos los adolescentes que deciden emprender un programa educativo internacional basado en el voluntariado y el intercambio cultural. Su extraordinaria diversidad, sus arrebatadores paisajes, su fauna salvaje y sus ancestrales vestigios culturales convierten a Sudáfrica en un lugar realmente único en el mundo. Cuando el arzobispo Desmond Tutu, una de las voces más respetadas en la década de los ochenta en la lucha contra el Apartheid, bautizó a Sudáfrica como “la nación del arco iris”, sabía muy bien por qué lo decía.
Sudáfrica es sinónimo de diversidad. En su territorio conviven numerosas culturas, etnias, idiomas y religiones. El 79,5% de su población es de raza negra, que está dividida a su vez en diez grupos étnicos.
Los blancos constituyen el 9,1% de la población, son descendientes de colonos holandeses, franceses, británicos y alemanes, que fueron llegando a Sudáfrica desde mediados del siglo XVII. También existe una minoría de origen portugués, una población mestiza (8,8%) conocida como “coloured”, que son descendientes de uniones entre colonos y esclavos de diversos orígenes (bosquimanos, malayos, musulmanes y malgaches, principalmente). Existe también una numerosa comunidad india – el mismísimo Gandhi vivió en Sudáfrica ejerciendo como abogado en sus primeros años de carrera profesional -. Los sudafricanos de origen indio son descendientes de inmigrantes que llegaron al país a mediados del siglo XIX para trabajar en las plantaciones de azúcar de Natal y constituyen cerca del 2,2% de la población y están concentrados en la provincia de KwaZulu-Natal. Asimismo existe una pequeña comunidad china, que representa un 0,2% de la población total.
Esta asombrosa diversidad, única en el planeta, convierte a Sudáfrica en un lugar extraordinario para que los jóvenes amplíen su visión del mundo y adquieran valores como la tolerancia y el respeto. Y por encima de todo está presente la memoria de Nelson Mandela, una de las figuras más influyentes en la historia reciente de la humanidad, que sobrevuela por cada rincón del país y es un símbolo omnipresente de libertad, perseverancia y dignidad. Todo un ejemplo para los jóvenes de todo el mundo, tan necesitados de referencias ideológicas y culturales.
Sudáfrica reconoce once lenguas oficiales, pero también reconoce la existencia de otras ocho lenguas no oficiales a las que considera también idiomas nacionales. Las lenguas oficiales son afrikáans, inglés, ndebele del sur, sesoto sa leboa, sesoto, suazi, tsonga, setsuana, venda, xosa y zulú, pero también conviven otras lenguas no oficiales como san, portugués, alemán, hindi, telugu y gayarati.
Este mosaico de culturas, etnias, religiones y lenguas convierten a Sudáfrica en un país extraordinario para los jóvenes que participan en un proyecto educativo internacional.
El programa de AIPC Pandora en Sudáfrica se sitúa en Kayamandi, un suburbio de la ciudad de Stellenbosch, situada en el sur occidental del país. La ciudad es la sede de una de las universidades más importantes de África, fundada en 1863 y que acoge diez facultades donde estudian cada año unos 25.000 estudiantes. Stellenbosch también es la sede del Technopark Stellenbosch, un parque empresarial donde se concentran las principales compañías tecnológicas presentes en Sudáfrica.
En Kayamandi, que significa “dulce hogar” en el idioma xosa, una de las once lenguas oficiales del país, viven unas 50.000 personas, la mayoría originarias de El Cabo Oriental. Sus habitantes son gente amable y acogedora y entre ellos existe un fuerte sentido de comunidad, pese a los problemas a los que se enfrentan a diario, como el desempleo, la desnutrición, el analfabetismo y la falta de vivienda.
En la ciudad de Stellenbosch existen unas 30 pequeñas guarderías llamadas “crèches”, que son en realidad casas particulares de madres o mujeres que acogen a los niños y niñas durante el día. A través del programa de AIPC Pandora, los jóvenes entran en contacto con la realidad sudafricana y contribuyen a la mejora de las condiciones de vida de los niños de esta comunidad local.
Durante su estancia, los jóvenes ayudan en el cuidado y educación de los niños, contribuyen al embellecimiento de las instalaciones, participan en actividades de apoyo escolar en el centro social Kuyasa y practican el inglés.
El alojamiento se realiza en grupos de 2 a 5 participantes en casas de familias locales, que han sido seleccionadas y capacitadas para acoger voluntari@s internacionales. Las familias son miembros respetados de la comunidad sudafricana y la mayoría son personas retiradas que disfrutan alojando voluntarios de otros países en sus hogares. Todos los hogares son construcciones seguras, dotadas de agua corriente y electricidad.
Además, el programa incluye diversas actividades culturales como excursiones a la península, talleres de cocina, visitas históricas a Robben Island, la isla donde se encuentra la cárcel donde Mandela permaneció encerrado durante 27 largos años, safari a una reserva natural o trekking en la espectacular Table Mountain.
El programa de AIPC Pandora está construido sobre una metodología educativa experiencial que promueve la experimentación y la participación directa de los jóvenes, lo que les ayuda a desarrollar competencias interpersonales transversales que les ayudarán en su futuro tanto profesional como personal. Entre estas competencias, los jóvenes desarrollan la comunicación intercultural, la inteligencia emocional, habilidades lingüísticas, pensamiento crítico, cosmovisión, liderazgo, trabajo en equipo, y resolución de conflictos.
Sin duda Sudáfrica es un país único en el mundo para que los jóvenes vivan una experiencia irrepetible que les marcará para toda su vida.
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También puedes contactar con nosotros en vis@aipc-pandora.org