El verano de 2011 decidí participar como voluntaria en un microproyecto de cooperación, algo que siempre había tenido ganas de hacer. El país escogido fue Mali, por ser uno de los países más pobres del mundo y porque me atrajo el proyecto planteado por AIPC Pandora allí.
El proyecto consistía en dar apoyo a un centro de acogida de niños y adolescentes en situación de exclusión y también una estancia en Kalassa, un pequeño poblado sin electricidad ni agua corriente, como muchos de los que hay en Mali, donde la gente vive en pequeñas chozas de barro y su principal fuente de ingreso es la agricultura.
Nada más llegar a Kalassa el lugar nos atrapó. Fue una semana intensa, donde pudimos disfrutar del fantástico entorno donde se sitúa la aldea y convivir con la gente del poblado; ver cómo es el día a día de la gente allí, jugar con los niños, ver cómo es el complicado proceso de elaboración de la manteca de karité, hablar con la gente del poblado al atardecer y entender su forma de vida y sus preocupaciones… Una experiencia realmente impresionante, que te hace plantearte muchas cosas.
Y de esta estancia surgió lo que ahora es un gran proyecto con mucha gente implicada y que nació del sentimiento de querer ayudar a una pequeña comunidad a dar un gran paso: la construcción de una escuela.
Los notables del pueblo transmitieron al grupo de voluntarios su gran preocupación por todos los niños de la aldea sin escolarizar, pues la escuela más cercana está a 4 km caminando y muy pocos podían ir. Una aldea sin jóvenes formados es una aldea sin futuro, y así nos lo hicieron ver.
Así, una vez de vuelta, el grupo de voluntarios decidimos constituirnos en una comisión cuyo objetivo fue la recaudación de fondos necesarios para la construcción y el mantenimiento de una escuela. Con el soporte de AIPC Pandora y de mucha gente, lo conseguimos!! Ahora el proyecto de la Escuela es una realidad y seguimos luchando para que siga adelante.
