Esta semana varios medios han publicado las reflexiones y contestación al libro de Nerín “Blanco bueno busca negro pobre”. La publicación es una crítica feroz a la cooperación internacional en general y al trabajo de las ONG y los/as cooperantes internacionales en particular. A partir de un enfoque reduccionista, el autor, experto africanista, pretende atacar y desprestigiar el trabajo del sector humanitario, especialmente en África. Se pueden hacer muchas críticas a su argumentario, que resumen perfectamente nueve expertos del sector y publica el diario El País, pero para dar una idea de la falta de rigor, el autor continuamente atribuye los logros y los fracasos de la cooperación internacional a la labor de las ONG, mientras que él mismo en un momento dado, afirma que las organizaciones humanitarias solamente tienen acceso al 10% del presupuesto destinado a la cooperación internacional.
Obviamente la tarea de la cooperación es ardua y los beneficios son como mínimo a medio plazo y a pequeña escala, pero el autor cae en la misma dinámica de demonización del sector humanitario a la que ya estamos acostumbrados, sin tener en cuenta como “experto” que el mismo sector pertenece a un orden social y global muy cuestionable y con actores y actrices con funcionamientos tan criticables como los bancos, las agencias financieras, las empresas socialmente irresponsables, los gobiernos del norte y del sur, a las que en muy rara ocasión se culpa de la crisis humanitaria a escala global y especialmente en los países del sur.
No vamos a hacer en este artículo un resumen de todo lo que han dicho nuestros compañeros de sector, enlazamos todos sus argumentos y recomendamos fuertemente su lectura ya que da una visión muy clara de cómo las ONG trabajan y se sienten en su quehacer diario y las grandes dificultades a las que se enfrentan.
Lo que si queremos resaltar en este artículo es la gran necesidad de difundir la cultura de la solidaridad entre toda la sociedad. Desde AIPC Pandora, desde nuestra humilde experiencia, muchas veces hemos hecho críticas al sistema internacional de cooperación en el sentido de que no hemos sido capaces de hacer entender a toda la sociedad y a toda la ciudadanía que la solidaridad es cosa de todos y todas y que la sostenibilidad de este mundo depende en gran medida de los pensamientos=comportamientos individuales en el día a día.
Insistimos, la experiencia en materia de solidaridad es fundamental para no caer en reduccionismos, culpabilizaciones de lo que hacen o dejan de hacer las ONG. Cuando una persona tiene una experiencia internacional en terreno, aunque sea por corto periodo, tiene muchas más posibilidades de comprender la dimensión de la cooperación internacional, en la que sus aspectos técnicos son simplemente un elemento de un todo en el que juega la cultura, la política y la economía con gran intensidad. Para avanzar en cooperación internacional, es necesario que los actores de cada uno de estos campos hablen el mismo idioma, compartan objetivos y trabajen en el mismo sentido. Somos conscientes de que esta idea es una utopía en el orden internacional actual.
Pero si hemos de continuar con la crítica sobre la que se ha basado este artículo, podemos hacer autocrítica en el sentido de que uno de los grandes objetivos de las organizaciones humanitarias está en la sensibilización sobre sus temas de trabajo y en el acercar y compartir sus objetivos y su trabajo del día a día con un máximo de ciudadanos y ciudadanas, que desde nuestra organización podemos afirmar que están deseosos de conocer más sobre este tema. Apoyar a la gente en la formación de un criterio propio en materia de solidaridad, evita la asimilación automática de los tipos de contenidos que nos propone esta publicación.