Microproyecto Malí: Cuaderno de Bamákora, Día 7

Madrugar se ha vuelto costumbre. Otra vez a las 6. Esta vez para ir de excursión al Arco de Kamadjan. Cuenta la leyenda que a una tribu autóctona la atacaba con frecuencia otra tribu cuyo jefe era un brujo que multiplicaba por cien sus guerreros. Un día, el curandero de la tribu local, llamado Kamadjan, ideó un plan con unas flechas mágicas capaces de crear tremendos agujeros allí donde se clavaban. Una de esas flechas fue la que hizo la abertura en la piedra del arco.

La imagen al subir al arco es selvática, muy empinada y con rocas ennegrecidas por la humedad, que hacen imaginar figuras, caras o relieves. Se veían paisajes a lo lejos de grandes llanuras y montañas rocosas. Cuando se recuperó de su asombro al llegar, se tumbó bajo el arco un largo rato para llenarse de la energía que se desprendía de la roca milenaria. A la bajada, le enseñaron una mística caverna columnada. Un lugar sagrado donde algunos ancianos todavía realizan sacrificios clandestinos ante la tumba del gran personaje que se encuentra enterrado allí. En una mesa de roca elevada predicen el futuro extendiendo arena sobre ella y haciendo marcas con los dedos. Cuentan que, aunque se borre del dibujo, la mañana siguiente aparecerá otra parecida. El interior de la cueva está lleno de recovecos y salas habitadas por murciélagos.

Microproyecto Malí

Séyô sintió cómo el lugar la llenaba de espiritualidad, no pudiendo reprimir colocar una piedra sobre la tumba al tiempo que pedía un deseo, que seguramente se cumplirá pronto. Para volver a la sede pasaron por rincones preciosos, pozas naturales de roca, losas erosionadas con forma de olas marinas detenidas en el tiempo, árboles grandiosos, como el baobab, y plantas curativas. Después de comer tuvo que reposar por el madrugón, y para prepararse para la tarde, en la que plantaría árboles en el patio de la escuela junto con muchos niños que se comprometieron a cuidarlos.

A la vuelta, para cenar, no se encontraba del todo bien, pero hizo un esfuerzo para no dormir, porque la ocasión lo merecía. Todos los niños del poblado fueron invitados por Nandi a bailar, y Séyô aprovechó para que la enseñaran sus bailes al ritmo del «tam-tam». Bailaron iluminados por una luna llena tan mágica como el día que había tenido.

Compartir Post

Más entradas

¿Quieres sabes más de nuestros programas?

Contáctanos sin compromiso

0
    0
    Your Cart
    Your cart is emptyReturn to Shop