Japón y el N de África: depender de lo que no depende de nosotros

Hace pocas semanas, un policía tunecino decide confiscar un carro de verduras en un mercado; hoy, el precio de la gasolina se ha disparado y en España, por ejemplo, pagamos por la gasolina precios de récord. Dos hechos que en apariencia no deberían tener relación, pero que son origen y consecuencia debido a una concatenación de efectos y a la globalización del mundo actual. Aquella confiscación supuso la inmolación del dueño del carro, Mohamed Bouazizi, en señal de protesta por lo ocurrido; su acto fue la mecha que prendió el inicio de una revuelta que derrocó la dictadura que su país sufría desde hacía 23 años; esta revuelta fue a su vez el inicio de las revueltas que se extendieron por Egipto, Yemen, Argelia, Marruecos, Jordania, Libia…, todas ellas surgidas desde el pueblo y pidiendo mayores libertades sociales a sus regímenes; toda esta convulsión generalizada en algunos de los máximos productores de petróleo del mundo hizo crecer el precio del barril y ello ha supuesto un aumento en el precio de la gasolina en todo el mundo. Un origen y sus consecuencias, totalmente impredecibles al principio.

Ahora, Japón concentra la atención mundial tras el violentísimo terremoto y posterior tsunami que afectó al país el viernes pasado. El mayor foco de atención ha sido para la central nuclear de Fukushima Daiichi y el importante peligro de desastre nuclear tras las explosiones que se siguen sucediendo en sus reactores. Las fugas radioactivas ya se están produciendo y, de la noche a la mañana, el mundo entero ha aprendido lo que es “refrigerar los núcleos” y que la escala en que se miden los accidentes nucleares consta de 7 niveles. Fukushima Daiichi está ahora mismo catalogado como nivel 5 o 6 (depende si preguntamos a japoneses o a franceses).

Una situación que lo convierte en el peor accidente nuclear de la historia, sólo por detrás de Chérnobil (el único que llegó al nivel 7), y que ha provocado la evacuación de 200.000 personas para evitar riesgo de contagios por radiación. Eso, y un debate internacional acerca de nuevamente de la siempre polémica energía nuclear.

Por cierto, nadie duda de la gravedad de la situación, pero no se debería olvidar que el seísmo y el devastador maremoto posterior han provocado ya 3.373 muertos y 7.558 desaparecidos oficiales, más las decenas de miles de personas que han perdido sus hogares. Es curioso el poco espacio que esto ocupa en los medios de comunicación, centrados por abrumadora mayoría en el debate nuclear y el seguimiento constante de la situación en la central nuclear.

Depender de lo que no depende de nosotros

La situación en el mundo árabe y Japón, coincidentes en el tiempo, han venido a dejar claro un aspecto sobre el que poco se ha reflexionado hasta ahora: la dependencia mundial de los factores externos. Con lo dicho hasta ahora hemos pretendido demostrar que actos independientes, alejados muchos cientos o miles de kilómetros de nosotros, afectan de manera total a nuestro día a día ordinario. Es el mundo globalizado. Y sobre lo que nos deberíamos sentar a reflexionar es sobre la inmensa e inmediata dependencia que sobre esa vida diaria y rutinaria nuestra, tiene cualquier suceso que pueda producirse en cualquier lugar del globo. La conclusión es que no podemos quedarnos sentados esperando a que mañana otro suceso cambie nuevos aspectos de nuestras vidas sin que nosotros podamos hacer nada. La sociedad civil debe aprender a movilizarse, a conocer cómo funcionan las interrelaciones de los mecanismos internacionales, a exigir nuevas formas de organizar las cosas y a hacer valer sus puntos de vista en las aplicaciones de las políticas de todo tipo.

Mientras no sea así, seguiremos dependiendo de lo inesperado, con todo el riesgo que ello conlleva.

No se trata sólo de economía, pero parece que cuando nos tocan el bolsillo es cuando mejor entendemos la situación en la que nos encontramos de vulnerabilidad. Por eso, lanzamos una pregunta relacionada con ejemplo económico: ¿qué pasaría si mañana amanecemos con la gasolina a 1,8 euros, o a 2 euros, o a 3 euros el litro? ¿Qué capacidad de reacción tendríamos? Probablemente, el país quedaría paralizado y se desataría un estado de alarma. Para evitarlo, la sociedad civil debe movilizarse a priori para exigir medidas que no nos hagan dependientes de factores externos altamente volubles que, si bien son excepciones, suceden como nos acaban de demostrar las revueltas del norte de África y el terremoto de Japón. Suceden y nos afectan, aunque se produzcan en la otra punta del globo.

El debate energético

El petróleo y la energía nuclear son, junto con el gas natural, las dos principales fuentes de energía de las que se sirve nuestro país para su abastecimiento diario. En España no existen recursos naturales que explotar, por lo que dependemos por entero de las importaciones de terceros países. Pero más allá de la dependencia, están en la mesa de debate las propias fuentes de energía.

El petróleo, primero, no es infinito, por lo que antes o después habrá que buscarle alternativas. Y tampoco es limpio, si no altamente contaminante en el medio ambiente. La energía nuclear está ahora mismo en medio de un debate con posturas totalmente contrarias acerca de su seguridad. Nosotros no somos especialistas, pero lo que es evidente es que son un potencial peligro y que cualquier accidente que en ellas se produzca tiene efectos muy amplios en una gran cantidad de población.

Por tanto, quizás sea el momento de invertir en el desarrollo de nuevas fuentes de energía no-contaminantes y renovables. Quizás sea el momento de hacer una apuesta firme por el desarrollo de la energía eólica y la energía solar fotovoltaica, por ejemplo, e incrementar las investigaciones sobre ellas.

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